La importancia del conocimiento abierto en el Día Mundial de la Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación

Manuelivanparedes | CC BY-SA 4.0

Por Catalina Frigerio Dattwyler
Directora de Incidencia y Políticas Públicas en Wikimedia Chile

Vivimos inmersos en tecnología y rodeados de datos: las redes sociales nos muestran titulares hechos a medida, sensores en calles y edificios registran movimientos, dispositivos siguen nuestra actividad cotidiana y los buscadores nos entregan respuestas al instante. En pocas décadas pasamos de recorrer estanterías de bibliotecas y hojear revistas impresas a tener un acceso masivo a la información con un solo clic. Esa transformación fue posible gracias a la expansión de Internet, que abrió rutas de comunicación y publicación inéditas.

Sin embargo, acceso a información no significa acceso a conocimiento. Los datos son fragmentos crudos; para convertirse en conocimiento requieren ser interpretados, organizados, contrastados y validados bajo criterios compartidos. Si nos quedamos en la superficie de la información, perdemos la riqueza del sentido. Por eso, necesitamos dar un salto: pasar de la actual Sociedad de la Información hacia una verdadera Sociedad del Conocimiento.

El conocimiento no es un cúmulo estático ni neutral: es algo vivo. Surge de consensos e interacción; se interpreta, se cuestiona, se transforma. Es información con significado que abre posibilidades de acción. Y para que cumpla ese rol debe ser de la humanidad toda y no privilegio de unos pocos. En esa dirección, el conocimiento abierto propone derribar las barreras que impiden acceder, compartir, reutilizar y construir saber: barreras legales, como derechos de autor excesivamente estrictos o suscripciones científicas inalcanzables; barreras educativas, cuando falta alfabetización digital o pensamiento crítico; y barreras técnicas, cuando los contenidos quedan atrapados en formatos propietarios o servidores cerrados. Abrir el conocimiento es dar la oportunidad de aprender a quien lo desee, de transformar a quien lo intente y de compartir a quien quiera hacerlo.

En esta tarea, la educación, la ciencia y la cultura son pilares insustituibles. Universidades, centros de investigación, bibliotecas, museos y archivos ofrecen los espacios y recursos necesarios para dar vida al conocimiento: lo crean, lo preservan, lo difunden, lo cuestionan y lo transforman.

Convertirnos en una Sociedad del Conocimiento implica cuidar estos procesos y reconocer el valor de la apertura. La irrupción de la inteligencia artificial generativa (IAGEN), capaz de producir textos, imágenes o música, nos enfrenta a nuevas preguntas: ¿quién produce conocimiento en este ecosistema?, ¿con qué criterios y para quién? En este contexto, el conocimiento abierto deja de ser solo una opción ética: se vuelve un requisito indispensable para que el poder del saber no quede en manos de unos pocos. Si la tecnología avanza en espacios cerrados y opacos, el control del conocimiento se concentrará en actores que no deben decidir por todos.

La desaparición de los límites físicos que trajo Internet, y ahora la difuminación entre productores y consumidores de datos que impone la inteligencia artificial, nos sitúan ante una crisis profunda. El conocimiento, como bien inmaterial, corre el riesgo de volverse inaccesible o monopolizado si no lo protegemos colectivamente a través de políticas, instituciones y valores compartidos.

En este Día Mundial de la Ciencia, la Tecnología, el Conocimiento y la Innovación los invito a reflexionar: ¿queremos una sociedad donde unos pocos sepan y los demás solo consuman? ¿O aspiramos a un mundo en el que todas las personas puedan aprender, criticar, crear y compartir conocimiento? Para lo segundo necesitamos leyes que fomenten la ciencia abierta, inversión pública en infraestructura digital, instituciones transparentes, formación masiva en herramientas abiertas y una cultura de colaboración.

Desde Wikimedia Chile creemos con convicción que el conocimiento debe ser libre, accesible, compartido y cocreado por la comunidad. Pero proclamarlo no basta: debemos construir juntos las condiciones técnicas, políticas y culturales que lo hagan posible, especialmente en esta era de inteligencia artificial. Si dejamos que el conocimiento se cierre, no solo perderemos acceso: perderemos también la capacidad de imaginar, disentir y proyectar futuros comunes. Que este día nos inspire a alzar, con fuerza colectiva, la bandera del conocimiento abierto, solidario y profundamente humano.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *


Desplazamiento al inicio